miércoles, 25 de junio de 2014

Volver, y vuelves tú.



Hoy me he levantado y se me escapan las lágrimas cada dos por tres. Me atrevería a decir que son nervios, pero me estaría mintiendo a mí misma. Son nervios, sí. Pero por no verte. Y yo, que pensaba que ya lo tenía superado, te sigo esperando con el cigarro en la mano.

Se me ha oscurecido el corazón, y ahora pinta de color gris-negro. Ya no pinta rojo ni blanco ni amarillo. Ahora calla sobre las baldosas esperando a que unos pies se paren delante de sus pies. Y ningunos aparecen. Por eso corre. Corre sin mirar atrás. Aunque a veces se para en el camino y se gira. Mira alrededor. Mira hacia atrás. No ve a nadie y sigue corriendo.

Que nadie te prohíba correr. Y tú es lo que estás haciendo. He dejado de correr por tu culpa. Igual que he dejado de correrme. Y joder, vaya mierda eso de no saber por qué. O quizás sí lo sabes, pero no quieres verlo.

Prometerte que volverás a sonreí y caer en el pozo de no querer levantarte. Y ves la luz, pero prefieres cerrar los ojos. Y te vistes para meterte en la cama de nuevo. Y esas cosas. Y esas cosas que haces sin querer hacerlas. Pero las haces. 

Es horrible no escribir en mucho tiempo y cuando vuelves a hacerlo, es por tu culpa. No sé si es por tu culpa o por la mía, pero al final todos los caminos acaban en ti. 
Y yo que pensaba que ya te había olvidado…

domingo, 8 de junio de 2014

Para existir ya estoy yo.

Que pena me da verte al fondo del bar
y saber que ya no hay un nosotros
aunque solo fuésemos un nosotros
un par de horas al día
un par de días a la semana.

Es estúpido esperar que ese día
en plena Plaza de España
puede volver a ser nuestro.
Y también es estúpido pedirle
a Dios, a Alá o a Dumbledore
que ese sitio deje de ser tuyo y suyo
-vuestro-
para que vuelva a ser nuestro.
No es estúpido porque no exista
ninguno de esos tres,
si no porque ni tú lo quieres.

He aguantado que se me escapen
las lágrimas delante tuya,
no porque no te guste que la gente llore delante tuya,
si no porque no serviría de nadie,
y por mi.

Porque prefiero llorar a solas,
con un cigarro en la mano,
sin decir una sola palabra.
Dejé de llorar por la noche para dormir,
y llorar por el día, al Sol,
que al menos seca
de alguna manera
-y al contrario que tú-
cada una de las lágrimas
que me has hecho derramar.