martes, 29 de abril de 2014

Hablemos

No os preocupéis por mí.
He saltado desde precipicios más altos que este y he salido ilesa.
Me he hecho los típicos rasguños por caer de rodillas, pero me he levantado.
Tal y como hacen los valientes.
Me he creído los te quiero más efímeros y falsos que podáis imaginar,
y sigo viva.
He abrazado cuerpos que pensaba que me estaban abrazando,
pero solo retrasaban el momento de decir “adiós”.
He besado sonrisas pensando que eran las más bonitas,
las sinceras.
Me he vestido pensando que nadie me miraba
y tenía encima dos ojos que muchas veces me han visto pero
de lo que deberían.
He caminado por rayos de luz sin saber que una sombra me seguía hasta el final.
Me he dormido abrazada a la almohada, esperando que se convirtiera en él.
Y no lo ha hecho.
Y sigo viva.
Me he atrevido a llamarme valiente por haber decidido seguir viviendo.
Dejé de creerme todo lo que oía. Observé un poco más mi alrededor,
y fíjate, ahora hasta me atrevo a contarlo.
 
No os preocupéis por mí, de verdad.
No tengo muchos años, pero poco a poco voy sabiendo más.
Como que debo reír todo el día, o al menos llevar una sonrisa en la cara;
o que nada de lo que se diga a mis espaldas deba afectarme;
o que los buenos amigos son esos que se queda.
También he aprendido que no solo se van los buenos,
también que no debo llorar más.
He descubierto el secreto de la felicidad
y no ha sido destapando una botella de coca-cola,
ha sido mirándome a mi y llamándome valiente.
Pero que me llame valiente no quita que no vaya a hablar de cobardía.
Me he enamorado de miradas y no me he atrevido a decirles nada.
Me he atrevido a aguantar más de lo que podía aguantar.
Me he atrevido a llorar sabiendo que yo no fui.
Sabiendo que yo no tuve la culpa.
Y ahora ya no me importa.

Por eso me atrevo a hablar de cobardía
                                              y llamarme valiente.


martes, 8 de abril de 2014

Y por qué no aguanto el límite.

Hoy me he dado cuenta de que he caído en lo que me prometí que no caería:
en la sonrisa estúpida,
en la mariposa inútil que vuela bajo tripa,
en el movimiento violento al saber que estás allí
                y no aquí,
en el simple pensamiento de echarte de menos.

Creí haberme prometido olvidar
todo eso y
hacerme la vida más sencilla.

Pero siempre que me prometo algo,
aparece otro algo que
me hace olvidarme de mi misma.

Y no quiero olvidarme de mi misma.
Y ya lo he hecho.

Y joder,
luego me pregunto
por qué soy tan estúpida,
por qué no sé mantenerme al límite,
por qué no sé andar en la cuerda floja
(que será floja, pero estoy en la cuerda.
Y nadie es capaz de tirarme de esa cuerda.

          Nadie menos tú.)

También soy capaz de andar
al borde de los precipicios,
con el vértigo de saber
la altura que tienen,
y aún así, estar entre
el todo y la nada.
(que será la nada, pero estoy en el precipicio.
Y nadie es capaz de tirarme de ese precipicio. 

                 Nadie menos tú.)

También he caminado al borde de tus ojos.
Al borde de tu boca.
Al filo de tu espalda.
Y te juro que no he visto
ningún otro precipicio como ese.
Con gravedad propia,
y yo,
apenas pudiendo hacer nada,
me quedé a dormir ahí,
sobre la nada,
sobre el todo.
(Y no debo quedarme en ese filo,
ni en ese borde,
ni en ese precipicio.
Pero es la gravedad la que me obliga a quedarme.
Y nadie podrá echarme.

                                      Nadie menos tú.)

miércoles, 2 de abril de 2014

Los valientes

A lo mejor me meto la hostia,
pero que no se diga que no lo he intentado.

Que si me atrevo a saltar,
será porque tengo mucha confianza.
Y si no llevo una cuerda para volver a subir,
será porque apenas quiero regresar.

Que no me tiraría desde una ventana,
a no ser de estar segura de que está baja.

Pero es que a veces me pasa
que cierro los ojos,
dejo de pensar en todo,
no pienso en el peligro, ni en el dolor,
y me lanzo.

Y si, a lo mejor la hostia me la llevo,
pero eso,
que no se diga que no lo he intentado.

Porque aquí, muchos vamos de miedosos,
pero somos los más valientes. 

Los valientes por dentro,
los valientes de verdad.

Pongo una mesa para dos, y aún no has llegado.

Voy a poner la mesa para dos.
Y no sé quién se va a sentar al otro lado.
Voy a buscar un par de servilletas.
Que puta ironía eso de querer hacer una mesa para dos,
y no tener a la para persona que se va a sentar delante.

No importa,
yo sigo creando un pequeño espacio donde sentarnos a contar historias,
las cuales,
hacemos que parezcan más de lo que son. 
Y no busco a nadie en especial.
O sí.

Alguien que se atreva a sentarse en una mesa
a escuchar a una paranoica con problemas de autoestima
a quien no le importa una mierda lo que piense el resto del mundo.
Alguien que se atreva a escuchar y buscar soluciones
a cómo mejorar la vida, a cómo intentar ser un poco más libres.
Siéntate enfrente, no hace falta que sonrías.

Ya sé perfectamente para quién estoy haciendo esta comida.
Ya sé perfectamente para es el sitio que tengo delante.
Ya sé perfectamente por quién voy a esperar.

Y ahora siéntate.

Que se nos enfría la comida.