lunes, 27 de junio de 2016

Crecer y caminar. (Opresores y oprimidos)

Llevo una salida de emergencia
en el costado izquierdo,
por si en algún momento necesitas huir
sin las llaves de casa
y las costillas rotas.

Hay una espiral de sentimientos,
un remolino de ideas
y un terremoto de calmas y tempestades.

No me quedan ilusiones a las que agarrarme
y rehuyo de acabar el camino
sin aprender
a sorprenderme
echando a volar a cada palabra.

No me quedan mares en las pestañas
porque me ahogué en ellos 
cuando apenas contaba con 14 años
y decidí quedarme a vivir en ellos.

Echando de menos vuelvo
al hogar del que me sacaron
y me dejaron a tientas
criándome entre una manada de opresores y oprimidos. 

Se me ató por los pies cuando quise huir, 
se me enseñó a callar y obedecer.

Por eso no creo en las normas.

Porque nos cambian
las agallas
por miedo
y el amor
por odio.


Aún así, salí a flote cuando apenas contaba 18.
Me llevé a la mochila los libros y las palabras.
Los escenarios me los comí a base de pisarlos
y yo, cantándole a la vida
y dándole las gracias,

sonrío,
porque sigo viva
en medio del tedioso 
y humillado
camino.

sábado, 18 de junio de 2016

Pensamientos I

Crecimos pasando la vida en bordes de precipicios. Eso nos enseñó a no tener miedo, nunca. A seguir cada día adelante. Nos jugábamos la vida sobre una cuerda, cayendo casi al vacío.
Hacia arriba.
Sonreímos. Porque no tenemos ganas de seguir cabizbajos caminando sin caminar. 
Nos seguimos -unos a otros- como pequeños gorriones en busca de un trozo de pan. A pesar de todo, siguen apareciendo truenos en nuestras cabezas y golpean tan fuerte que somos sordos de nacimiento.
No escuchamos, porque nos enseñaron a tener los oídos taponados. Nos obligaron a ver la mitad de lo que deberíamos
y crecemos sin tener ni idea.

Subimos escalones agarrados a una cuerda por si acaso caemos escalera abajo.
Y nos inyectaron el "por si acaso" como si de una vacuna se tratase. Durante años, hasta ser el conejo de indias de otros.
Nunca nos seguimos, caminamos en soledad y nos quejamos de la no compañía. 

Necesitamos escapar cada vez que cae una piedra.
Huir porque así nos han enseñado.
Y callar porque está mal gritar.

Resucitamos de entre los resultados más criminales, 
nos cortamos el cuello entre nosotros
y caminando sin cabeza tuvimos los pies metidos en el escombro. 
 

lunes, 6 de junio de 2016

En pie. Sin vanos.

Y que no son los sueños de la noche los que me importan.

Que me levanto cada día y todavía pienso en todo aquello que me he perdido y me perderé.
Por eso salgo y lucho contra el tiempo.
Los segundos que pasan
arrancándome la piel
sin dejarme sentirlo
son los que me devolverán
la nada
cuando caiga y nadie me recuerde.

No obstruyo el paso a los viandantes.
Ellos me lo cortan a mí,
y yo, como si fuese un hilo
cosiendo las aceras
y yo,
como si no me aguantase
las ganas de mirar a los ojos...

Y que no son los sueños de la noche los que más me importan.
Son los míos,
los de la manada que recubre el mundo
con las ganas volando entre nosotros.
Diciendo "ojalá" con la boca pequeña
y gritando "ahora".

Porque no les tenemos miedo.
Nos han criado entre luchas
diarias
desgastándose las manos
y destrozándose los pies.

Nos han sacado de apuros.
Nos han enseñado a salirnos con la nuestra

y demostraremos que no ha sido en vano.


miércoles, 1 de junio de 2016

Extensiones II

Me he visto con las manos atadas.
Acorralada entre espinos
y sin apenas fuerzas para caminar.

He resumido mi vida
como si fuera un cómic
y acabada estuve por el malo de la historia.

Y resurgí de las cenizas.
Resbale como lo hacen las canicas
al caer por las escaleras.
Hice ruido con cada pisada por querer
mostrar
que he llegado
y que me queda mucho por andar.
He llorado lágrimas de cal viva
y así acabé con mi dolor,
He reído
y un canario me hacía un soliloquio de fondo
acabando con cada silencio
que había entre risa y risa.

Aposté por lo que menos confiaba
y me escupió en la cara
la maldad
incrustada
en un cobijo.

Por brazos tengo ramas
con astillas
incrustadas en la calma.
Las piernas convertidas en asfalto.
Y yo, quieta,

Aprendí que la sonrisa
  -a veces-
es lo único que nos queda.

Pero siempre es lo más bonito que nos llena.