martes, 16 de agosto de 2016

Con las alas rotas.

Tengo las alas cosidas por mis propias manos.

Podéis romperlas,
siempre llevo la aguja en el bolsillo
por si me toca pinchar o coser.
En eso estamos,
o camino acompañada o vuelo sola
incrustándome en los ojos
las motas de polvo que aparecen 
al respirar en lo alto.

Ahora, que me quedan
apenas ganas de coser
lo aprovechaste para arrancarme 
las plumas con las que te acariciaba.
Supiste dónde dolía y cuando,
cómo y por qué hacerlo.
Me dejé, 
como si no tuviese miedo.

Pero lo tenía, 
tanto que ni me daba cuenta,
porque al estar tú aquí,
conmigo,
de la mano 
         -más tarde me di cuenta de que apretabas, mucho. 
         Y dolía-
era echar a volar
sin siquiera haberme cosido las alas. 

lunes, 1 de agosto de 2016

Extremidad.

Llevo los pies sucios de pisar
rastrojos
y quemaduras en los talones. 
Me duelen los pasos por no saber
dónde para el tiempo y respirar,
necesario -tanto- como el alzar la vista. 

El tren pasa rápido y me deja
con las prisas y las maletas
en la última parada
de la sábana blanca.

La pureza,
en mí,
ya no tiene hueco. 

Llevo una hija en las entrañas. 
Un marido en la cabeza de mi madre. 
Y un par de nietos para mi padre. 
Nadie se da cuenta
de que no me veo
ni con los pies en el suelo.