Duermo acorralada entre la almohada y un peluche.
Pienso
y creo en el devenir de miradas
gritandose las más grandes burlas
las miserias indoloras
los tributos a las noches
Y los recuerdos enquistados en la lengua.
Duermo acorralada entre un peluche y tu memoria
a mi lado
doliendo
un abrazo y un vacío.
Una risa entre
los más altos trigales
y yo, pequeña,
mirando al centro de mi ser
me veo llena de miedos
que buscan la escapatoria más difícil.
Y yo, pequeña,
llena de dudas,
corro como corre el viento a estas alturas,
caigo como cae la piedra del barranco,
salto como saltan las piedras sobre el río,
y lloro como lloran las cataratas.
Yo, pequeña,
cedo a mis instintos el ser libre
ante mi misma,
el saber e irme.
El quedarme y ser.
Cedo, como ceden los pasos al dejar la tierra
o las aguas al secarse el río
o las plantas al morir el sol.
Acorralada y vacía entre un peluche y la almohada.
Pequeña, clamando a la noche que
se lleve el insomnio que
-hoy-
no me deja dormir.
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