Oscuros silencios que quieren salir. Muchos sentimientos que no saben que decir.
Intento contarlos, pero se los cuento a la pared.
Nadie sabe que grito en silencio.
Nadie me ve llorar. Tampoco quiero que me vean.
Me siento indefensa. Es más... Soy indefensa.
Perdí mis fuerzas hace mucho tiempo, cuando era más joven.
Perdí cosas. Muchas cosas.
Sí, las perdí por no haber sabido hablar en su momento.
Ahora callar y no ver es mi lema. No decir lo que siento a la persona adecuada.
No ver nada de mi al rededor.
Sentarme en la cama. Llorar a escondidas.
Sentir como la oscuridad me inunda. Me hundo en silencio, y no quiero salir.
Me siento en la hierba, de noche. Y los fantasmas del pasado vienen a mí.
Y me miran. Me observan en un silencio que me eriza los pelos.
Ese silencio que se tiene en una situación extraña y nueva.
A veces, de pánico.
Se sientan a mi lado y me envuelven en recuerdos, esos que quiero olvidar.
La tristeza me invade. Llegan los recuerdos de aquel día, en aquel cementerio.
Aquella tumba en donde ahora yace la persona a la que amaba y amo.
Lloro, y los fantasmas se van.
Pero vienen los niños de la luz.
Esos seres fantasmales que desprenden luz propia, y me invaden de recuerdos.
Todos aquellos que no quiero olvidar nunca.
Los juegos cuando éramos dos niños pequeños que nos ilusionábamos con una piruleta.
Las quedadas en el parque con los amigos, o solos.
Cuando quedábamos en el banco, y de pronto...
Corríamos el uno tras el otro como dos niños pequeños jugando al pilla-pilla...
Quiero volver a sentirle a mi lado... Pero no puedo.
Se fue.
Desapareció.
Se esfumó como el humo que sale de mi boca.
Ese vaho que sale en las frías noches de invierno.
Ese que se esfuma en un segundo.
Que se mezcla con aquellos aires fríos que me llevan.
Que me entumecen las piernas...
Quiero salir corriendo, olvidar todo, verle...
Necesito verle, y salir de este oscuro silencio...