Miedo me da rememorar viejos traumas, encontrar la salida con la puerta cerradao abrir la ventana y que o haya luz.
Sucumbir ante los ojos del silencio es algo así como dejarse llevar y caer, medio muerta, entre los escombros del atroz final de las venas.
He aprendido a valorar el ruido de Madrid y el silencio de Villalba; el rugido de mi piel y el estruendo de tu calma.
He aprendido a ser más que nunca un yo en mayúsculas y hasta las trancas.
Enamorarme de mi escombro, mimarlo hasta convertirlo en llano en el que acostarme.
Un fulgor mortecino en mitad de la oscuridad, son tus ojos mirándome fijamente entre el fuego y el asfalto.
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