domingo, 25 de agosto de 2013

Para empezar.

Para empezar,
sonríeme.
Mírame de arriba a abajo
y hazme sentir única.
Continúa dándome dos besos,
invitándome a tomar algo.
Hazme reír
contándome tu vida
y tus anécdotas.
Poco a poco,
empieza los roces.
Pídeme el número de teléfono.
Llámame.
Volvamos a quedar otro día.
Y para empezar esa noche,
vuelve a saludarme
con dos besos
y una sonrisa.
Vuelve a hacerme sentir única
con tu mirada de arriba a abajo.
Vuelve a hacerme reír,
vuelve a hacer que me olvide
de mi vida
por un par de horas.

Pero sonríeme,
eso para empezar.

Por eso escribo.

Escribo porque empecé
a echarte de menos,
a quererte de más,
y era la única manera
que tenía
de librarme de mis secretos.

Escribo porque me cansé
de esperar la vida.
Me cansé de esperar algo útil,
y yo empecé a hacerlo.

Escribo para buscar
una salida ante tu antojo,
ante tu cuerpo.
Para decirte con palabras,
pero no directamente,
que eres tú
el que quiero que esté aquí,
y no lo estás.

Escribo para llenar vacíos,
para llenar vacíos de soledad
que dejaron esas personas
que ya no están,
para llenar esos espacios
que las personas que están,
todavía no llenan.

Escribo para recordarme
quién soy,
para encontrarme,
tantas veces,
que ya he perdido la cuenta.

Escribo para que el ruido
se vaya de mi cabeza,
para que el sol
no me toque la piel,
y ante las estrellas
seguiré escribiendo
porque recordarte me mataba,
pero escribiendo pude revivir.

Escribo para superar
los golpes que me lanzan,
y así se me hacen amenos.
Y tus besos me saben a más
si los escribo.
Y tus abrazos y caricias vienen
si los escribo.
Y todo parece mejor.

Y seguiré escribiendo,
para volver a encontrarme
y recordarme quién soy.

Algo malo y algo putada.

Acostarme con sabor a cerveza,
y olor a ti,
y a tu recuerdo.

Levantarme con tus ojos
clavados en mi cuerpo,
y tus manos
en mi pelo.

Y despertar,
y notar la cama vacía,
tu espacio,
sin ti,
mis ojos,
mirando la pared,
se preguntan por qué no estás.

Y así,
día tras día,
todo igual.
Subo la persiana,
y lucho contra el sol,
cegador,
y no hay besos de buenos días.

Desayuno,
y ya no hago café para dos,
solo para mi,
y siempre,
siempre,
me sobra para ti.

Y me cambio,
y salgo a sonreír a las palomas,
por que ellas me escuchan
a cambio de un poco de comer.
Y se escapan al llegar
una ventisca.
Y me abrigo más,
y me voy,
pensando,
siempre pensando,
que quizás estás en casa,
pero no.

Y por eso he aprendido
que los errores
tienen su parte mala
y su parte putada. 

La parte mala
se basa en no sonreír al mundo,
o, en todo caso,
lanzar sonrisas tristes
de esas que deprimen con solo mirar.
Y esa no soy yo.

La parte putada es
que ahora paso mis días
dando vueltas,
y tu cuerpo ya no está,
ni en el desayuno,
ni en la comida,
ni en la cena,
ni en la cama.
Y no te veo,
y esa es la peor putada.

lunes, 19 de agosto de 2013

Que es ella, que soy yo.

No quiero que me recuerdes
como una persona que
pasó por tu vida solo una tarde.
 
Quiero que me recuerdes
como esa chica que
en solo una tarde
te hizo ver el mundo
de una forma diferente.
Te hizo mirar a las estrellas
a la cara,
miraste las espaldas a la luna,
pudiste mirar al sol a los ojos.
 
Quiero que me recuerdes
como esa chica que
hacía que se te pusiera
la piel de gallina
con solo rozarte.
 
Quiero que me recuerdes
como esa chica
a la que quieres ver
el resto de tus días.
A esa chica a la que
quieres ver despertar en tu cama
y no puedas parar de
comértela a besos,
de acariciarla,
de tocarla,
de pensarla.
 
Quiero que me recuerdes
como a esa chica que
un día buscaste,
y diste por perdida,
pero nunca perdiste la esperanza,
y antes o después,
sabías,
aparecería,
como un ángel alado,
pero sin alas,
brillando,
cruzando la puerta de tu casa,
saludándote,
dándote dos besos,
y haciéndote ver que es ella,
que soy yo.
 
Quiero que me recuerdes
como esa chica que
tanto tiempo buscaste,
y que por fin apareció.
 
Que es ella,
que soy yo.