sábado, 28 de diciembre de 2013

Sabré esperar pero, a veces, el tiempo se me pasa demasiado lento.

Conté los pasos que había entre tú y yo.
Y dudaba de si acortarlos o hacerlos más,
y más, y más,
y más largos.

Creí haber visto
el paraíso
en tu sonrisa.
Y lo vi en todos tus movimientos.

Sonreí al verte sonreírme
y me entraron ganas
de comerme la vida
contigo de la mano.

Grité a tu cuerpo
palabras inaudibles,
y acorté distancias
entre tu boca y la mía.

Acorté las risas,
las miradas,
las esperas y
los orgasmos.

Acorté los orgasmos
y me corrí en mi cabeza
pensándote a mi lado,
en la cama,
a cero centímetros de distancia.

Acorté los orgasmos
a sabiendas de que me llenarías
de besos,
de caricias,
de abrazos.

Alargué las distancias,
porque no sabía si saltar,
si gritar, si reír más alto,
si perderme de nuevo en tu risa,
si encontrarme en tu mirada.

Alargué las distancias
por no permitirme
llorarte las ganas.
Y me quedé sin horas,
sin minutos,
sin segundos.

Pero aguantaré.
Porque sé esperar.

Un beso es capaz
de volver loca a una mariposa
y crear ocho huracanes
en ocho sitios diferentes de mi.

Así que ya sabes.
Te espero.
No tardes.