Caen piedras entre los acantilados
y la soberbia es la única que está en pie.
Soy la que corre,
la que mira a través de las hojas de los claveles,
la que se ríe en el río bañándose desnuda,
corriendo al son del viento
que rueda por mi piel
y se opone al frío del invierno.
Crezco entre lirios y palabras,
la música se escapa de los labios de los que deciden
mostrarme las agallas que tienen
para seguir adelante,
arando un suelo lleno de mala hierba
y buscando la salida
voz en mano.
Navegamos, unidos,
al sin fin de la esperanza mientras salimos a flote,
mientras nos vemos
-riendo-
como si mañana no fuera a crecernos la piel,
como si ayer no hubiera pasado,
como si hoy fuésemos los únicos.
Es tarde y nos encontramos
bebiendo cerveza de la misma botella
nos encontramos hablando sobre el ser y el existir.
Sobre la belleza de la verdad
y la piel rozando el suelo.
Sobre la soledad rodeados.
Sobre el huir juntos,
sin saber a donde,
pero huir...