Los edificios, alrededor, habían desaparecido y nosotros, como si aún quedasen miradas vacías a nuestro alrededor, nos vimos rodeados de bocas llenas de amor, de recuerdos en abrazos y de lágrimas en las risas. Nos vi cogidos del cuello, pasando por alto el miedo al futuro y con las ganas de luchar más a flote que nunca. Salimos a la calle, prendimos fuego a la vergüenza de estar en silencio. Nos vi rodeados de edificios con las ventanas llenas de gente que gritaban a nuestro son. Nos vi con los palos y el la fuerza en las manos. No sentimos miedo al mirarles a los ojos. Sentimos el cosquilleo de saber que ahora somos nosotros.
Fuimos un último respiro en el alfeizar.
Se nos quedaron las colillas en los labios,
desgastadas,
con el cartón mordisqueado y mis dedos
resecos
buscaban la próxima sonata de trombón.
No os tenemos miedo.
No os vamos a echar de menos.
No sentimos pena.
Nos veremos.