martes, 24 de enero de 2012

No pasa el tiempo.


Que me escuchas, pero no me oyes. Que me miras, pero no me ves. Que me cruzas con la mirada, y no te das cuenta de que lo noto. Me tocas, pero no me sientes. Me abrazas pero no me notas. Que me besas, pero no me deseas.

Que estoy delante de ti, esperando, mirando el reloj cada dos por tres. Buscando el momento perfecto, buscando estar solos, los dos, bajo un árbol que nos dé algo de sombra, o simplemente un poco de intimidad. Y espero.

Y no pasa el tiempo, y no llega ese momento, y no pasan las horas. Ni siquiera los minutos. Simplemente, el tiempo se ha detenido. El aire ha dejado de soplar, la gente pasa de nosotros. Nosotros seguimos aquí, haciendo el tonto. Riéndonos, bebiendo. Olvidándonos de nuestras penas. Perdiéndonos dentro de nosotros mismo. Sin saber lo que queremos hacer en el fondo. Bueno, sí lo sabemos, pero no lo hacemos. Qué pena, el tiempo pasa y no te acercas. Me miras de lejos, sonríes, y vuelves a tu copa. Pasa la noche, poco a poco. Canción tras canción, baile tras baile.

De pronto, alguien me coge de la cintura. Me aparta a una esquina vacía, lejos de la gente conocida. Me miras a los ojos, y me doy cuenta de que si me miras, y me ves; si me escuchas y me oyes.
Si me tocas y me sientes.
Si me abrazas y me notas.
Si me besas y me deseas.

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