Hoy me he dado cuenta de que he caído en lo que me prometí que no caería:
en la sonrisa estúpida,
en la mariposa inútil que vuela bajo tripa,
en el movimiento violento al saber que estás allí
y no aquí,
en el simple pensamiento de echarte de menos.
Creí haberme prometido olvidar
todo eso y
hacerme la vida más sencilla.
Pero siempre que me prometo algo,
aparece otro algo que
me hace olvidarme de mi misma.
Y no quiero olvidarme de mi misma.
Y ya lo he hecho.
Y joder,
luego me pregunto
por qué soy tan estúpida,
por qué no sé mantenerme al límite,
por qué no sé andar en la cuerda floja
(que será floja, pero estoy en la cuerda.
Y nadie es capaz de tirarme de esa cuerda.
Nadie menos tú.)
También soy capaz de andar
al borde de los precipicios,
con el vértigo de saber
la altura que tienen,
y aún así, estar entre
el todo y la nada.
(que será la nada, pero estoy en el precipicio.
Y nadie es capaz de tirarme de ese precipicio.
Nadie menos tú.)
También he caminado al borde de tus ojos.
Al borde de tu boca.
Al filo de tu espalda.
Y te juro que no he visto
ningún otro precipicio como ese.
Con gravedad propia,
y yo,
apenas pudiendo hacer nada,
me quedé a dormir ahí,
sobre la nada,
sobre el todo.
(Y no debo quedarme en ese filo,
ni en ese borde,
ni en ese precipicio.
Pero es la gravedad la que me obliga a quedarme.
Y nadie podrá echarme.
Nadie menos tú.)
¡Qué bonito! Es precioso, y lo será más escuchado por ti en un recital. ¡Un besazo, poetisa!
ResponderEliminarMe gusta que te guste.
ResponderEliminarPues a lo mejor lo recito, sí. ¿Cuándo? No lo sé.
¡Un beso, bonito!
La magia de la poesía es la de ser íntima y universal a la vez.
ResponderEliminarUn abrazo.
HD
íntima y universal, exacto.
ResponderEliminarUn beso.