Hoy me he levantado y se me escapan las lágrimas cada dos
por tres. Me atrevería a decir que son nervios, pero me estaría mintiendo a mí
misma. Son nervios, sí. Pero por no verte. Y yo, que pensaba que ya lo tenía
superado, te sigo esperando con el cigarro en la mano.
Se me ha oscurecido el corazón, y ahora pinta de color
gris-negro. Ya no pinta rojo ni blanco ni amarillo. Ahora calla sobre las
baldosas esperando a que unos pies se paren delante de sus pies. Y ningunos
aparecen. Por eso corre. Corre sin mirar atrás. Aunque a veces se para en el
camino y se gira. Mira alrededor. Mira hacia atrás. No ve a nadie y sigue
corriendo.
Que nadie te prohíba correr. Y tú es lo que estás haciendo.
He dejado de correr por tu culpa. Igual que he dejado de correrme. Y joder,
vaya mierda eso de no saber por qué. O quizás sí lo sabes, pero no quieres
verlo.
Prometerte que volverás a sonreí y caer en el pozo de no
querer levantarte. Y ves la luz, pero prefieres cerrar los ojos. Y te vistes
para meterte en la cama de nuevo. Y esas cosas. Y esas cosas que haces sin
querer hacerlas. Pero las haces.
Es horrible no escribir en mucho tiempo y cuando vuelves a
hacerlo, es por tu culpa. No sé si es por tu culpa o por la mía, pero al final
todos los caminos acaban en ti.
Y yo que pensaba que ya te había olvidado…
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