lunes, 27 de junio de 2016

Crecer y caminar. (Opresores y oprimidos)

Llevo una salida de emergencia
en el costado izquierdo,
por si en algún momento necesitas huir
sin las llaves de casa
y las costillas rotas.

Hay una espiral de sentimientos,
un remolino de ideas
y un terremoto de calmas y tempestades.

No me quedan ilusiones a las que agarrarme
y rehuyo de acabar el camino
sin aprender
a sorprenderme
echando a volar a cada palabra.

No me quedan mares en las pestañas
porque me ahogué en ellos 
cuando apenas contaba con 14 años
y decidí quedarme a vivir en ellos.

Echando de menos vuelvo
al hogar del que me sacaron
y me dejaron a tientas
criándome entre una manada de opresores y oprimidos. 

Se me ató por los pies cuando quise huir, 
se me enseñó a callar y obedecer.

Por eso no creo en las normas.

Porque nos cambian
las agallas
por miedo
y el amor
por odio.


Aún así, salí a flote cuando apenas contaba 18.
Me llevé a la mochila los libros y las palabras.
Los escenarios me los comí a base de pisarlos
y yo, cantándole a la vida
y dándole las gracias,

sonrío,
porque sigo viva
en medio del tedioso 
y humillado
camino.

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