sábado, 18 de junio de 2016

Pensamientos I

Crecimos pasando la vida en bordes de precipicios. Eso nos enseñó a no tener miedo, nunca. A seguir cada día adelante. Nos jugábamos la vida sobre una cuerda, cayendo casi al vacío.
Hacia arriba.
Sonreímos. Porque no tenemos ganas de seguir cabizbajos caminando sin caminar. 
Nos seguimos -unos a otros- como pequeños gorriones en busca de un trozo de pan. A pesar de todo, siguen apareciendo truenos en nuestras cabezas y golpean tan fuerte que somos sordos de nacimiento.
No escuchamos, porque nos enseñaron a tener los oídos taponados. Nos obligaron a ver la mitad de lo que deberíamos
y crecemos sin tener ni idea.

Subimos escalones agarrados a una cuerda por si acaso caemos escalera abajo.
Y nos inyectaron el "por si acaso" como si de una vacuna se tratase. Durante años, hasta ser el conejo de indias de otros.
Nunca nos seguimos, caminamos en soledad y nos quejamos de la no compañía. 

Necesitamos escapar cada vez que cae una piedra.
Huir porque así nos han enseñado.
Y callar porque está mal gritar.

Resucitamos de entre los resultados más criminales, 
nos cortamos el cuello entre nosotros
y caminando sin cabeza tuvimos los pies metidos en el escombro. 
 

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