jueves, 2 de junio de 2011

El resto de mi vida.

A llegado el momento, tengo que salir,
demostrarme que puedo hacerlo,
que puedo entablar una conversación
con esa persona especial.
A llegado el momento de buscar aquellos sentimientos
enterrados en mi cabeza, y que no fluyen con normalidad.
Solo espero verte,
sentirte a mi lado,
recordar esos momentos en donde
estamos solos,
tú y yo,
nadie nos mira, o quizás todo el mundo,
pero no nos importa, nos da igual.
Estamos centrados, simplemente,
el uno en el otro.
Nadie más existes, nadie más hay a nuestro al rededor.
Nadie...

Y si hay alguien, si alguien cotillea, mira y remira...
¿Que más nos da?
¿Por que no nos olvidamos del mundo,
y nos centramos en nuestro paraíso?
Un lugar especial, una emoción sin piedad.
Un sentimiento que necesita
ser diferenciado a los demás...
Que necesita saber si de verdad es una emoción,
o una simple obsesión...

Cualquier momento es bueno
para demostrar el sentimiento
aquel que desea ser expresado
de la mejor forma, a pesar
de que el mundo lo mire mal,
tan mal, que hasta nos de vergüenza...
¿Vergüenza de que? Me pregunto...
¿Vergüenza de querernos?
¿De aceptar al otro tal y como es?

No, no voy a pasar por eso,
si quiero, no quiero que sea en silencio.
Quiero gritar a los cuatro vientos que te quiero,
quiero que me oiga el aire,
que se lo cuente a los árboles,
y que estos lo lleven de rama en rama
hasta aquel lugar en dónde todo es perfecto...

Quiero ser tuya el resto de mi vida,
quiero entrar en tu corazón,
junto a tus sentimientos,
y la razón.
Junto a esa sangre que bombea,
y ese corazón que, prometo,
cuidare siempre...

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