martes, 9 de abril de 2013

Que no, que no me contéis historias.

Que vosotros habláis de lo mismo que yo.
De perderme en sus abrazos y sus besos
mientras me encuentro en su mirada.
Que para hablar de él hace falta saber demasiado.
Que las palabras para describirlo son pocas.
Que verle caminar delante de mí no es lo mismo
que verle en mi cama.
Que hablar con él no es lo mismo que hacerlo a solas.
Que las cervezas saben mejor en su compañía.
Que los inviernos son menos fríos
y los veranos más calurosos si son con su risa.
Que para verle llorar hace falta demasiado,
y para verle reír, demasiado poco.
Que cada palabra que sale de su boca parece
el canto de un Dios mitológico,
de esos que enamoran a cualquiera.
Dicen que cada paso que doy son cien pasos suyos.
Que cada caída al suelo es un salto al cielo.

Que no, que no me contéis historias.
Que recitarle los versos más bonitos no sirven de nada,
por que él es todo verso sin saberlo.
Y de los mejores.
Que dejarse llevar por él es lo mejor que pueda pasar.
Que las sorpresas le acompañan cada día.
Que cada segundo a su lado, son cien con otra persona.
Que diez días parecen cinco.
Y cinco días, parece uno.
Y un día, parecen horas.
Que ser el anverso de su reverso es todo un lujo.
Que enamorarse de él es muy fácil,
y odiarlo es lo más difícil.

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