miércoles, 5 de marzo de 2014

Carta para tú.

"Ojalá me leas.
Ojalá me leas y no me entiendas.
Y quieras entenderme"
(Nachograta) 

No me cuentes historias si no van a tener un final feliz.
Porque yo soy la chica de los finales tristes.
De terminar arrodillada en el suelo de mi habitación, llorando, abrazada a la soledad con alas de tristeza a la espalda, huyendo, deseando centrar mi atención en las sonrosas, pero que solo se fija en las miradas.
“Hablan más rápido que el corazón”  dijo un día Nacho Aldeguer.
Intentan sonreírse pero ya… Ya ni lo intentan.
Se abrigan bajo el manto de la inestabilidad abrumadora, de la individualidad, del “déjame, que yo me arreglo”, de la autosuficiencia.
He bailado con el hijo de la Muerte, gritado su nombre millones de veces. Pero siempre me han faltado cojones a hacerlo.
Llamadme cobarde, no voy a negároslo.
Me autolesiono hablándote, echándote de menos, necesitándote a mi lado. Porque no te quiero a mi lado, a esto lo llamo necesidad.
He comido tabletas de chocolate de más, y he tenido los ovarios de quejarme.
Que yo también tengo mis cosas, aunque no las pregone.
Y que tú te me sigues colando en todo lo que escribo, es cierto.
Y sigues sin darte cuenta.
Ayúdame a dejar de darle la mano a la Muerte.
No quiero seguir haciéndolo, y solo lo lograré si eres tú quién me ayuda.
Que me dan miedo las relaciones, pero contigo seguro que puedo.
No quiero que me ayude nadie más, por favor.
Solo contigo logré sonreír cuando las flores estaban muriendo.
Y no, no me alegraban de que se estuviesen muriendo. Me alegraba de tenerte a mi lado.
De saber que te tenía.
Tu nombre fue cambiando por el nombre de Adiós. Y eso dolía.
No sabes cuánto dolía.
Nunca llegarás a saberlo.
Te he escrito mil cartas, que más que cartas eran notas de suicidio.
Ninguna llegó a su destino, porque ninguna salió de mi casa.
Nunca he tenido cojones a decirte que no sé quién fue más cobarde: si tú, por haberte ido sin avisar, sin dejar ninguna señal, sin dejarme ver nacer el sol; o yo, por no haber intentado que volvieras, yendo a buscarte hasta el abismo, hasta el inframundo, hasta su vida.
Porque te fuiste el día que ella se convirtió en tu vida.
No te culpo.
A veces, las cosas acaban.
 
Solo me culpo a mí, por haberte necesitado más de lo que debería.
Por haberte deseado más de lo que debería.
Por haberte querido más de lo que debería.

Solo me culpo a mí, por haberme creído cosas que nunca debería haberme creído.

Por cierto. Si quieres volver, vuelve. Soy masoquista y me gusta que me hagan daño.
 
Pero solo si eres tú quien me hace daño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario